septiembre 2015

miércoles, 30 de septiembre de 2015

60 años sin James Dean

James Dean
Todos recordamos Al Este del Edén, Rebelde sin causa y Gigante, las tres películas de James Dean, pero IMDb, le atribuye 31 títulos, la mayoría series de televisión o papeles sin fuste ni reconocimiento escrito. En realidad, Jimmy Dean consiguió su primer trabajo en un anuncio de Coca-Cola, detalle sin importancia a la hora de forjar su leyenda, construida con los mejores materiales posibles. Hace hoy sesenta años, su «pequeño bastardo» -como llamaba al Porsche Spyder 550 en el que Alec Guinnes ya creyó reconocer un ataúd-, se estrelló camino de Salinas, cerca de San Francisco, donde le esperaba otra carrera de coches. Cumplía así como pocos las premisas fundamentales para entrar en el Olimpo: vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver.

James Dean tenía 24 años y ni siquiera pudo ver estrenadas sus dos últimas películas. Dicen que The New York Times, pocas veces tan falto de reflejos, le dedicó cuatro líneas. Él mismo se ahorró el preestreno y hasta los nervios del nominado, en una doble candidatura póstuma al Oscar que nadie ha superado. Descubierto por Elia Kazan, en un par de años le había dado tal acelerón a su carrera (ni Marilyn emuló su vuelta rápida) que llegó justo a tiempo de dejar terminado el molde, con la pintura todavía húmeda, de joven airado, que los chavales del tercer milenio siguen usando.

James Dean no tuvo una vida fácil, por supuesto. Obsesionado con Marlon Brando, que no le devolvía las llamadas de perturbado, supo quedarse con un papel al que aspiraban nada menos que Paul Newman, Montgomery Clift y el propio Brando. Por viejos o por blandos, el personaje de Caleb (por no llamarlo directamente Caín) se lo quedó un semidesconocido que ni John Steninbeck habría soñado cuando escribió la novela. Tiene gracia que el bueno de Paul, corredor de zancada larga y mirada azulada, acabaría heredando sus papeles en Marcado por el odio, El zurdo y La gata sobre el tejado de zinc.

Nicholas Ray dirigió su segunda gran película, Rebelde sin causa, un título que además de sus virtudes fílmicas condensa en tres palabras un arquetipo inmortal. Otros dos jóvenes malogrados, Natalie Wood y Sal Mineo, completan el memorable reparto, y aunque la historia es imperfecta, la carrera de coches, la chupa roja y el retrato generacional mantienen la vigencia del filme.

James Dean

George Stevens, un gran cineasta no del todo valorado, dirigió la segunda obra póstuma del mito, acompañado esta vez por Rock Hudson, para muchos el verdadero gigante de la película, por Elizabeth Taylor y por secundarios como Dennis Hopper, en algunos espectos su heredero, y de nuevo Sal Mineo. Taylor, experta en el género, fue además una de las personas que más lo conocieron y mejor supieron quererlo.

La película es un monumento irregular con grandes instantes de intensidad interpretativa. Casi tiene gracia que los actores estén tan mal envejecidos, empezando por el propio protagonista, aunque a la vista está que la realidad no ha sabido desmentir el trabajo de los maquilladores. Tampoco sabremos nunca cómo habría sido su carrera, aunque por los títulos que dejó sin empezar siquiera las perspectivas eran fantásticas. Elia Kazan creía, sin embargo, que su carrera no habría sido demasiado larga, una forma suave de darle las gracias a la muerte.

James Dean está enterrado, por si alguien quiere visitarlo, en el cementerio de Fairmount, Indiana, a casi cuatro mil kilómetros del lugar donde murió.

Y si alguien tiene ganas de revisar sus obras casi completas, el canal TCM le rinde hoy el homenaje que no cabe esperar de otros. A las 16.45 nos proyecta Gigante, a las 20.05 Al Este del Edén, y a las 22.20 podremos volver a ver Rebelde sin causa. No hay muchas maneras de pasar mejor el miércoles.


Fuente: ABC

domingo, 20 de septiembre de 2015

Cary Grant y Orry-Kelly

Orry George Kelly
Cary Grant, Tony Curtis, George Cukor y Billy Wilder portaron su féretro en 1964. Jack Warner, el poderoso presidente de Warner Bros, leyó su panegírico. Y, sin embargo, hoy pocos reconocen el nombre de Orry-Kelly. Incluso dentro de Hollywood. Es lo que le pasó a Gillian Armstrong, que como directora y australiana jamás había oído hablar de su compatriota. “Cuando empecé a leer sobre él no me lo podía creer: hasta el año pasado, cuando Catherine Martin le superó, Orry-Kelly era el australiano con más Oscar de la historia, tres, ganados por el vestuario Un americano en París, Las Girls y Con faldas y a lo loco; fue el diseñador de Casablanca, El halcón maltés, trabajó con Bette Davis, con Natalie Wood, con Jane Fonda”, cuenta Armstrong.

La directora presentó esta semana en el Festival de Toronto el documental Women He’s Undressed (Las mujeres que desvistió) dedicado a la figura de este nombre olvidado en las costuras de la meca del cine. “Me entró curiosidad por saber cómo lo hizo, qué tenía de especial; y, al mismo tiempo, quería reivindicar este arte, porque la gente no se da cuenta de lo que importante que es el vestuario en el cine”, dice Armstrong. Las grandes divas del cine mantenían estrechas relaciones con sus diseñadores de vestuario. “Orry y Bette Devis, por ejemplo, eran muy cercanos. Nada más conocerse, se entendieron”, dice la directora.

Hijo de un sastre, nacido en un pueblo cerca de Sidney, en 1922, a los 24 años se marchó a Nueva York a ser actor. Después de una breve experiencia algo desastrosa en Broadway, enseguida empezó a destacar por su ojo artístico y su instinto con la aguja. Al poco de llegar, Orry-Kelly conoció a un joven inmigrante inglés que había llegado también persiguiendo el sueño de ser actor. Entonces se llamaba Archie Leach, aunque años más tarde, sería conocido como Cary Grant. Los dos comenzaron una relación de amantes; vivían juntos en el Greenwich Village, con el dinero que mandaba la madre de Kelly, con lo que ganaba Grant como scort de mujeres ricas y con el de los primeros empleos de ambos en el mundo del espectáculo. Juntos, tras un breve paso por Reno, perseguidos por mafiosos, llegaron a Hollywood, donde ambos triunfaron por separado. Grant sería el nuevo Clark Gable. Y Orry-Kelly entró a trabajar en Warner Bros. Vistiendo casi 60 películas al año, su amistad con Davis o con el propio Jack Warner le ayudaron a convertirse en uno de los diseñadores mejor pagados. Cary Grant, decidido a ocultar su homosexualidad, le dio la espalda. “Orry fue de los pocos en aquella época que fue fiel a sí mismo, que no fingió un matrimonio como hacían actores o incluso otros diseñadores”, dice Armstrong.

Monroe y Orry

“Solo se llevó mal con Marilyn Monroe”, cuenta Armstrong, a quien no le sentó muy bien que comparara su trasero con el de Tony Curtis y Jack Lemmon. Tampoco recuperó su amistad y relación con Cary Grant. Salvo a finales de los cincuenta, cuando el actor volvió a mostrar interés, con el único objetivo: prohibirle a Kelly que contara nada sobre él en las memorias que estaba escribiendo. Orry-Kelly murió en 1964, dejando como última película Irma la dulce; y sus memorias jamás publicadas. Supuestamente bloqueadas por Cary Grant. Durante casi 30 años permanecieron perdidas, hasta que Gillian Armstrong y su equipo las encontraron.

Fuente: El País

domingo, 13 de septiembre de 2015

Los problemas de Gina Lollobrigida

La justicia española ha cerrado definitivamente la causa abierta tras la denuncia de Gina  de que se casó engañada con el empresario barcelonés Javier Rigau en 2010, si bien en Italia aún continúa activo un procedimiento paralelo.



En una providencia, el titular del juzgado de instrucción número 11 de Barcelona, Francisco González Maillo, acuerda cerrar definitivamente las actuaciones, "sin más trámites", después de que la Audiencia de Barcelona ha dictaminado que el caso tenía que ser sobreseído. El juez archivó provisionalmente por segunda vez la causa en junio pasado, si bien su decisión se podía recurrir, después de que un informe de la Policía Nacional corroborase un dictamen previo efectuado por los Mossos d'Esquadra en el que se descartaba que la rúbrica de Lollobrigida que aparecía en los poderes firmados el 6 de agosto de 2010 para celebrar la boda con Rigau estuviera falsificada.

El informe de los Mossos d'Esquadra, así como el posterior de la Policía Nacional, concluyeron que la firma de Lollobrigida que aparece en el documento "Escritura de Poder Especial para contraer matrimonio", de 6 de agosto de 2010, no fue falsificada, sino que la hizo la artista italiana. La causa contra Rigau se abrió en España a raíz de una denuncia de la diva italiana, que acusó al empresario barcelonés -34 años más joven que ella- de un delito de matrimonio ilegal y otro de falsedad documental.

En su declaración judicial, el pasado 9 de mayo, Lollobrigida negó ante el juez haber firmado los poderes y acusó a Rigau de orquestar su matrimonio, celebrado el 29 de noviembre de 2010 en la iglesia de Sant Vicent del barrio barcelonés de Sarrià, utilizando unos documentos que ella había firmado el 7 de julio de 2010 en Roma para emprender acciones legales contra un antiguo abogado de ambos. Por su parte, Rigau alegó que el poder especial para contraer matrimonio fue firmado por la actriz italiana un mes después ante notario, el 6 de agosto de 2010, en el Hotel Princesa Sofía de Barcelona, por lo que sostenía que no se podía tratar del mismo documento.