Estreno de Hitchcock en febrero

lunes, 10 de diciembre de 2012

Estreno de Hitchcock en febrero




Las rubias de Hitchcock
El otoño de 1961, Alfred Hitchcock contemplaba la televisión en su casa de Los Ángeles,  acompañado de su mujer y en la pantalla apareció una modelo anunciando un suplemento dietético. Y así descubrió el mago del suspense a  Tippi Hedren, una modelo rubia de 31 años que desde ese preciso instante se convertirá en su más oscuro objeto del deseo. La madre de Melanie Grifftih  será la última en incorporarse a la larga lista de rubias que componen una obsesión rigurosamente genética, glacial.

Han pasado 32 años desde la muerte del director de Psicosis y ya se estrena el tráiler en español del Hitchcock que llegará a los cines de España el próximo 8 de febrero.

Hitchcock siempre defendió que sus heroínas, lejos de los patrones exuberantes de Hollywood, atesoraban su hechizo más en lo que escondían que en lo que exhibían. Bajo un aspecto inmaculado se agazapa siempre la más turbadora de las promesas. Los peinados perfectos, los vestidos ceñidos como corazas, las miradas heladas... Al fin y al cabo, la imaginación se hace fértil en la parte de atrás de lo evidente, en las sombras. Y es ahí, en el más oscuro rincón de la creatividad del genio, donde las rubias, en su ingenuidad de cristal, empezaron a sufrir.

Cuando Hitchcock llegó al estudio el mismo día de su nuevo descubrimiento, sus agentes se pusieron manos a la obra. Esa mañana, una mujer sin ninguna experiencia en la interpretación firmaba con el más célebre de los directores vivos un contrato de exclusividad de siete años a razón de 500 dólares semanales. Lo que no imaginaba "esa belleza clásica" es que en ese mismo instante rubricaba su propia condena.

El libro de Donald Spoto 'The dark side of the genius' es suficiente y brutalmente explícito. En la transparente piel de Tippi Hedren, Hitchcock exacerbó hasta unos extremos inéditos hasta la fecha toda la crueldad sadomasoquista de la que era capaz. Ella iba a ser la protagonista de Los pájaros. Pero antes, se convertiría en exactamente lo que el director quería que fuera: la carne herida de su fijación rubia. Le obligó a vestir en el día a día tal y como aparece en la película y, para ello, Edith Head, la directora de vestuario de casi toda su filmografía, creó un guardarropa especial. Spoto llega a describir con detalle el trabajo de Pigmalion del cineasta. De él, la joven divorciada de origen sueco aprendió todo: desde la comida que debía tomar al tipo de vino apropiado para cada ocasión, sin olvidar el tamaño preciso de las perlas que tenía que lucir. 

Libro de Donald Spoto
Es decir, Hitchchok no hizo más que imitar al personaje de James Stewart en Vértigo. En la película, el protagonista se esfuerza en convertir a la morena y tosca Judy en la rubia y refinada Madeleine. Las dos son Kim Novak. Pero sólo la segunda encarna la dimensión exacta de su ideal morboso. En cualquier caso, todo el esfuerzo por construir al modelo no persigue otro propósito que su posterior destrucción. La rubia Novak acabará en el mismo sitio que su antítesis morena: arrojada al vacío. Hitchcock imita su propia creación, se copia a sí mismo.

Repasar el destino de las mujeres, todas rubias, que pueblan la filmografía del genio asusta. Grace Kelly es estrangulada hasta la muerte en Crimen perfecto y camina hacia el desastre de manera decidida en La ventana indiscreta; Janet Leigh, más explícito aún, es literalmente descuartizada en Psicosis; Joan Fontain, siempre resignada, es maltratada por su criada en Rebeca y obligada a beberse de un trago un vaso de leche que cree envenenado en Sospecha; e Ingrid Bergman, ajena a su propia suerte, se ve condenada por el espía Cary Grant a arrojarse en los brazos del nazi y naturalmente perverso Claude Rains en Encadenados e igualmente maltratada en Atormentada. Y así. Todas rubias, todas 'hichcockianamente' maltratadas.

El caso de Hedren fue peor, dentro y fuera de la pantalla. Cuenta Spoto que tanto Ron Taylor como Sean Connery, sus compañeros respectivamente en Los pájaros y en Marnie la ladrona, recibieron una única advertencia: "No se la puede tocar". Sólo él estaba autorizado por él mismo, que no por Hedren, a hacerlo. Y si él no podía, nadie podía. Y así hasta que la impotencia se transformó en crueldad. Fue el propio director el que decidió sustituir los inofensivo ingenios mecánicos originales por pájaros de verdad en determinadas escenas de la cinta. Precisamente aquellas protagonizadas por Hedren. "Acabó literalmente cubierta de mierda", declaró en su momento la actriz Jessica Tandy (la madre de Taylor en la película). Fue idea de Hitchcock cubrir el cuerpo de 'su rubia' con cintas de goma para sujetar las patas de los cada vez más excitados plumíferos. Hasta que uno de los bichos, directamente, casi le arranca un ojo.

En cualquier caso, lo peor estaba por venir. Spoto mantiene que entre el director y su musa medió un intento de violación; un ataque que si no llegó a consumarse en la realidad sí lo hizo en pantalla. Marnie la ladrona, a juicio del guionista despedido Evan Hunter, se rodó por una única razón: la escena, precisamente, en la que la frígida protagonista, Hedren, es violada la noche de bodas por su marido. Hunter no quiso añadir esa secuencia a la novela de Winston Graham en la que estaba basada la cinta y donde no existe rastro de agresión conyugal alguna y por ello, dice, se quedó sin trabajo.

Hitchcock, la película de Gervasi protagonizada por Anthony Hopkins, se detiene en la relación tal vez castradora, y en cualquier caso fundamental en su carrera, que el director mantuvo con Alma Reville (interpretada por Hellen Mirren), la mujer con la que se casó en 1926. Ella, además de ser la responsable de la contratación de Anthony Perkins para el papel de Norman Bates o de la música 'afilada' de la ducha en Psicosis, fue la que le procuró al genio el suelo firme desde el que mantenerse en equilibrio entre la inhibición y la violencia; entre el impulso sádico y el riguroso control perfectamente 'british'; a medio camino entre la sombra del instinto y la luz de una cabellera resplandeciente. La imagen perfecta de la madre.


fuente El Mundo

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