Bergman, la chica de Casablanca

miércoles, 29 de agosto de 2012

Bergman, la chica de Casablanca


Por ser hoy un día especial debido a que el destino quiso que la gran Ingrid Bergman naciera y muriera el mismo día, me gustaría recordarla con estas palabras de Fernando Trueba, director de cine español:




Ingrid Bergman
Una de las cosas que el cine americano nos ha hecho amar como ningún otro son los secundarios. La ingente cantidad de actores donde escoger y el físico no demasiado heroico de muchos les convirtieron en segundones de por vida. Grandes talentos que dejaron su vida en pequeños papeles, en fugaces apariciones que muchas veces hacían eclipsarse a los protagonistas. "Casablanca", la película más mitificada de todos los tiempos -no es mito de élite, sino mito de masas: el nov en vanguardia seguro preferirá "Now voyager"-, es la gran fiesta de los secundarios: Claude Rains, Peter Lorre, Sydney Greenstreet..., pero también Paul Henried y, por supuesto, Bogart, rey de los secundarios. Y en medio de esta histórica representación de "característicos", una mujer: Ingrid Bergman. He oído cientos de veces la frase: "Lo que menos me gusta de Casablanca es Ingrid Bergman". Pese a encontrar esta frase injusta y equivocada, uno no puede buscarle una razón. A muchos espectadores, Ingrid Bergman no les "pega" con el resto del reparto. Ello se debe a que Ingrid Bergman es un número uno. Y los demás son número dos. Número uno es aquel que por una serie de particularidades se ve abocado a una limitación: los papeles "heroicos". La distinción tampoco es racista. Es una cuestión de función única dentro de los más dispares relatos. Un número uno -macho vestido con un camisón de mujer será divertido, pero no grotesco o inelegante. Cary Grant es un número uno. Y del mismo modo, un número uno-hembra puede vestirse de hombre y decir diálogos de hombre y resultar creíble. Greta Garbo y Katherine Hepburn son también números uno. Y no son muchos más los que pertenecen a esta raza. Su retiro o falta de circulación se debe a que no son valores en el mercado actual. No tienen sitio -y lo saben y no creo que les preocupe- en la época de los Woody Allen, Liza Minelli, Shelley Duvall, Dustin Hoffman, etc. No son realistas. Y el realismo no los necesita. Son actores-idea, actores abstractos. Un número uno nunca finge ser: es.

Cuando dos números uno coinciden en un relato y la sincronía es perfecta, el resto pierde foco. Los geniales Claude Rains o James Stewart de "Encadenados" o "Historias de Filadelfia" no cuentan, aunque sirvan maravillosamente la historia. Pero ésta se debate entre Grant-Bergman o Grant-Hepburn. Son películas olímpicas (de Olimpo). Películas números uno.

Se le ha discutido a Ingrid Bergman su ausencia de marca, de caracterización, sin contar con su raza. Por eso lo filoneorrealistas la veían como una intrusa en las películas de Rossellini quién se sirvió de Ingrid Bergman para salir del neorrealismo. Ingrid Bergman sólo podía hacer de Ingrid Bergman, como Cary Grant sólo puede hacer de Cary Grant. Parece ser que a muchos molesta esta imitación. A otros muchos nos parece el fundamento de una grandeza inaccesible. Con Ingrid Bergman desaparece, pues, una actriz irreemplazable. Nadie puede hacer ya su papel. Era lo suficientemente fría para Hitchcok, lo suficientemente cálida para Renoir. Lo suficientemente documental para Rossellini, lo suficientemente convencional para Fleming, Curtiz o Wood. No se puede pedir más versatilidad a una estatua de mármol. Para ella el transformismo -eso que muchos llaman introspección- era simplemente una falta de etiqueta.

CASABLANCA, núm. 22

Octubre de 1982


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