Robert Redford felices 75!

viernes, 19 de agosto de 2011

Robert Redford felices 75!




 A los 75 años, que cumplió ayer, Robert Redford se mantiene como el galán que logró hacer sombra a Paul Newman. Con una mujer veinte años más joven que él y un rostro rejuvenecido por el bisturí (lifting facial), tiene menos canas y arrugas de las que tendría que peinar un abuelo con cuatro nietos y un actor con un Oscar honorífico. 



A su edad, Paul Newman, su mejor partenaire en la gran pantalla (falleció en 2008 a los 83 años), lucía el pelo blanco sin complejos y tenía los párpados caídos . Con 77 años rodó su última película, 'Camino a la perdición', donde interpretaba a un viejo jefe de la mafia, con unas marcadas arrugas como testimonio de lo vivido. Habrá que ver a Robert Redford dentro de unos años, pero hoy por hoy luce como si tuviera diez menos. Sobre todo en la gran pantalla, que le saca más 'estirado' de lo que está al natural. Y eso que él siempre se sintió prisionero de su fama de sex symbol: «¿No es triste que vivamos adorando estereotipos de belleza? En mi carrera traté de evitar que la atención se enfocara sobre mi supuesta buena apariencia (...) Pero los medios hablaban de mí como un símbolo sexual y Hollywood esperaba que yo aceptara historias románticas superficiales. Fue infernalmente frustrante para mí (...) Estamos atrapados en nuestra obsesión por lucir bien», se quejaba el actor estadounidense en una entrevista en 1995. Antes de pasar por el quirófano.



Aún así, se ha hecho arreglos, evidentes retoques en la cara para disimular las arrugas, y usa tinte de pelo. Dicen, incluso, que se ha reconstruido los párpados y que se ha quitado un lunar. El asunto del lifting ha llenado páginas, con reproches incluidos, que las palabras que quedan impresas no se las lleva el viento. Él, lejos de ofenderse y responder a las críticas, confesó estar arrepentido.

Quizá sus detractores le echan en cara lo de la cirugía porque Redford no tiene otra leyenda negra que esconder. Comparece en los actos públicos en tejanos y camiseta , vive una existencia tranquila en el campo, reniega de la televisión -«nos concibe como seres estúpidos»- y aconseja a los jóvenes «escuchar a la gente mayor». Redford es también un abanderado de la ecología, su amor por la naturaleza nació de una excursión de crío al parque de Yosemite, y un convencido votante de izquierdas (calificó a Bush como «malévolo, miope y tirano» y dice que «cuando el conservadurismo extremo tiene el poder estamos en una época peligrosa»). Se muestra discreto en sus relaciones (solo se le han conocido tres parejas y se ha casado con dos) y es declarado enemigo de las estridencias. El último seductor de Hollywood se mantiene hoy en un segundo plano. «Jamás he hecho nada solo por dinero y no pienso hacerlo nunca».

El que fuera el actor más taquillero (en los 70 llegó a estrenar películas cada dos meses), se deja ver lo justo. En diciembre estrenará 'The conspiration', una revisión al asesinato de Abraham Lincoln que dirige, pero donde no actúa, y tiene entre manos 'The company you keep', que protagonizará junto a Shia LaBeouf.


Redford se puede permitir decir no porque es una estrella desde hace cuarenta años. Eso sí, le costó lo suyo: lejos de ser un niño prodigio, hasta los treintaitantos era uno de tantos actores con talento que se ganaba la vida con papeles de segundón. Pero Hollywood se enamoró de él y le puso la mullida alfombra a sus pies. A partir de ahí, la historia conocida, pero antes hubo más.



Empezando por una infancia feliz en Los Ángeles (nació como Charles Robert Redford el 18 de agosto de 1936, hijo de una ama de casa y un lechero católicos), pero modesta. La adolescencia se le complicó a raíz de la muerte de su madre a los 41 años: él tenía 18, y decidió empezar de cero. Lejos de su casa y lejos del campo de béisbol donde empezaba a destacar.

Se marchó a Francia a ver si podía ganarse la vida como pintor -estando en París fue en autoestop a Benidorm a pasar el verano y se aficionó a la paella- y volvió dos años más tarde sin cumplir su sueño. Frustrado, pero renovado y comprometido. «En Europa todos los estudiantes hablaban de política y cuando me preguntaban me sentía humillado al no saber nada, así que empecé a estudiar y descubrí que nada era tan perfecto como me habían dicho». Claro que al regresar, nadie le preguntaba por sus nuevos ideales, «solo por chicas». Y de esto no tenía mucho que contar, que ha sido hombre de relaciones escasas y largas. La primera con una universitaria, Lola Van Wagenen, luego su mujer (durante 27 años) y madre de sus tres hijos. Lola le animó a empezar de nuevo. Lejos de la botella a la que durante un breve tiempo tuvo demasiada afición.

Se hizo un hueco en el teatro, luego en la tele -cuando su padre le vio en la pantalla (trabajó en 'Perry Mason') le dijo: '¿por qué no te buscas un trabajo de verdad?'- y más tarde en el cine, enetrados ya en los años 60. Cuatro papeles secundarios, y le llegó el primer protagonista: 'Descalzos por el parque' (1967), junto a Jane Fonda. En la siguiente cinta ya escribieron su nombre grande en los créditos: 'Dos hombres y un destino' (1969), con Paul Newman.


Habría sido una competencia interesante, pero los dos galanes de Hollywood congeniaron a la primera y mantuvieron siempre una estrecha amistad. Repitieron en 'El golpe' (1973), una joya del cine recompensada con cinco Oscar -él estuvo nominado como 'mejor actor'-. Les habría gustado trabajar juntos de nuevo, pero «todas las propuestas que llegaban eran de baja calidad o muy cursis».

Así que cada uno siguió por su lado. Redford protagonizó 'El gran Gatsby', 'Todos los hombres del presidente', 'Memorias de África...'. Pero la gloria le asfixiaba y mordió la mano que le daba de comer. «Estoy contento de haber dejado el mundillo del cine en los 80 para escapar de la manipulación de mi imagen y luchar por proteger el medio ambiente».
En 1980 fundó Sundance, un instituto de cinematografía para jóvenes creadores ajenos aún a la gran industria de Hollywood. Tres años después convirtió este rincón de Utah en el certamen de cine independiente más importante del mundo -el nombre está inspirado en el forajido de 'Dos hombres y un destino', 'The Sundance kid'-. De allí han salido grandes cineastas, como Quentin Tarantino o los Coen, pero también hay quien le afea que esta iniciativa con tan nobles intenciones  haya acabado convirtiéndose en un negocio -él mismo se ha confesado apenado con la imagen de Paris Hilton bailando en Sundance-. «Cuando alguien me tilda como un hombre de negocios me pone nervioso, no me siento identificado con esa etiqueta».

En esos mismos años 80 en los que Redford empezó a ir por libre y fundó Sundance, su vida personal también dio un vuelco. Rompió un matrimonio que había celebrado ya las bodas de plata para empezar una nueva relación con la actriz brasileña Sonia Braga. No sería un amor definitivo, porque en 1996 se enamoró de la pintora alemana Sibylle Szaggars, 19 años más joven que él. Se casaron hace dos años en Hamburgo y viven en el rancho del actor en Utah (Estados Unidos). Él idea películas comprometidas y ella pinta cuadros. Curioso, el que quería ser pintor era él.



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